La Paz, 2 de diciembre (ANF).- En los primeros años de vida, cuando se toma mayor conciencia de la realidad que nos circunda, se nos enseña que el agua es insípida, inodora e incolora, tres características que pueden servir para reflexionar sobre la actual crisis del agua, como se ha venido a denominar la escasez de agua potable en varias regiones del país, por diversos factores.
En primer lugar, es preciso dejar bien claro que el problema del agua está íntimamente relacionado con el cambio climático y la crisis ecológica global –que no se resolverá con rezos a san Severino o discursos demagógicos que abundan cuando el agua escasea. En segundo lugar, también se debe dejar absolutamente claro que, esta crisis en particular, es producto de la irresponsabilidad, incapacidad e ineficiencia de quienes tienen la obligación de velar por la captación, cuidado y distribución del agua como bien de necesidad pública –por lo que reciben un sueldo que cuesta a las y los bolivianos.
Ahora bien, siendo cierto que el agua no tiene “color”, es transparente, la actual penosa y grave situación nos permite ver, a modo de metáfora, cómo el agua tiene un color turbio (en algunos casos lo es realmente) porque detrás de este problema está la actitud dolosa, inhumana e irresponsable de quienes no se ocuparon en advertir de esta crisis, ni se tomaron previsiones al respecto.
La explicación simple es que no hay agua en las represas y embalses que normalmente distribuían agua, ¿eso sucedió de la noche a la mañana, hace más de veinte días? Pero nadie explica cómo se ha manejado la gestión ejecutiva y operativa para que esto suceda. Realmente, detrás de esta agua hay un color turbio que sabe a la deplorable política de algunos vividores a quienes les importa cobrar sueldo pero no hacer su trabajo.
El agua también tiene color sangre porque el agua que hoy no hay está afectando a la vida ¿tan difícil de entender es eso para quienes usan el tema para culpar a otros o para alzar banderas en su provecho? El agua es color sangre porque ésta bulle en la impotencia de quienes no pueden cargar grandes pesos y viven en las desoladas periferias sin servicios básicos, siempre; inunda el rostro de quienes esperan por horas y horas sin que se cumpla nada (o casi nada) de lo que se programa o entre quienes pelean por conseguir este elemento vital a costa del aprovechamiento y mezquindad de otros. Y mientras tanto, el gobierno prefiere gastar dinero en spots propagandísticos porque no quiere reconocer la gravedad de su negligencia.
El agua no es transparente puesto que no refleja el efectivo interés por dotar de este bien público universal –consagrado como derecho humano por nuestra Constitución-, por no haber sido consecuentes con la lucha por el agua más de una década atrás y porque la burocracia de empresas públicas son el botín de asalto, que daña a los más pobres siempre. El agua que llega no es transparente porque es preferible invertir en construcciones megalómanas que hacerlo para el futuro y el bien de las generaciones que están por venir.
En fin, el agua tiene también sabor a cloro o lavandina porque, como Pilatos, son más los que se lavan las manos exculpándose de toda responsabilidad y haciéndose a los salvadores, que quienes realmente se ponen del lado de los necesitados. Alguien dirá que dada la crisis hay que dejar de criticar para atender la emergencia, el problema es que si no se ve las cuestiones de fondo viviremos de emergencia en emergencia, puesto que tras una década ahora es evidente que no se hizo nada efectivamente preventivo.
El agua hoy tiene color político, no importa si es azul, amarillo, verde o rojo, el asunto es que todos quieren sacarle provecho a la crisis porque han dejado de ver seres humanos en la necesidad y sólo ven sombras para cuidar el poder.
No hay comentarios:
Publicar un comentario